La felicidad individual está en constante movimiento.
En cuestión de segundos te puedes sentir la persona más afortunada del mundo y un instante después el ser más despreciable.
Debemos intentar que nuestra felicidad no dependa de esa persona que entra en tu vida, si no que el que se va se pueda llevar un lindo detalle de ella.
Después de algunas caídas, con sus respectivos errores y sus ganas de seguir y mejorar, he aprendido que para ser feliz tenemos que poner de nuestra parte.
Sonreír aunque sin fuerzas, reír aunque sin ganas, seguir adelante incluso si no tienes con quien avanzar.
Nuestro camino está lleno de personas, algunas ya pasaron, otras vendrán y otras muchas que aunque estemos con los ojos vendados nos agarran para que no desviemos nuestro paso.
Cuando más sola te sientas y más triste estés notarás como una mano amiga te acompaña a tu paso:
Tu madre, tu padre, tu hermana, tu hermano, tu primo, tu abuelo, incluso tu mejor amigo. Pero jamás, en ningún momento pienses que estás sola en esta vida, puede sorprenderte alguien de la mejor manera.
Aunque en esta etapa de la vida, la adolescencia, todos y cada uno hayamos sentido como si fuésemos un cero a la izquierda, como si no importásemos, como si nuestra existencia fuese una simple gota en medio del océano, no se acerca ni por un momento a la realidad.
Como antes dije, todos y cada uno de nosotros tenemos esa mano amiga. El secreto está en saberla apreciar, comprenderla, cuidarla, aceptarla y no perderla jamás.
En cuestión de segundos te puedes sentir la persona más afortunada del mundo y un instante después el ser más despreciable.
Debemos intentar que nuestra felicidad no dependa de esa persona que entra en tu vida, si no que el que se va se pueda llevar un lindo detalle de ella.
Después de algunas caídas, con sus respectivos errores y sus ganas de seguir y mejorar, he aprendido que para ser feliz tenemos que poner de nuestra parte.
Sonreír aunque sin fuerzas, reír aunque sin ganas, seguir adelante incluso si no tienes con quien avanzar.
Nuestro camino está lleno de personas, algunas ya pasaron, otras vendrán y otras muchas que aunque estemos con los ojos vendados nos agarran para que no desviemos nuestro paso.
Cuando más sola te sientas y más triste estés notarás como una mano amiga te acompaña a tu paso:
Tu madre, tu padre, tu hermana, tu hermano, tu primo, tu abuelo, incluso tu mejor amigo. Pero jamás, en ningún momento pienses que estás sola en esta vida, puede sorprenderte alguien de la mejor manera.
Aunque en esta etapa de la vida, la adolescencia, todos y cada uno hayamos sentido como si fuésemos un cero a la izquierda, como si no importásemos, como si nuestra existencia fuese una simple gota en medio del océano, no se acerca ni por un momento a la realidad.
Como antes dije, todos y cada uno de nosotros tenemos esa mano amiga. El secreto está en saberla apreciar, comprenderla, cuidarla, aceptarla y no perderla jamás.
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