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miércoles, 28 de noviembre de 2018

El olor de la muerte

Son las 6 de la mañana. ¡Boom! Cae la primera bomba en Hama, Siria, y Mayte Carrasco se despierta. Será la primera de muchas más. “Las bombas cambian a la gente”, muestran la verdadera naturaleza humana. Unos huyen, otros se quedan a ayudar a los heridos, otros mueren, y Mayte, cámara en mano, es la encargada de ser la voz de los muertos. Se puede sentir el miedo en cada esquina y el olor de la muerte, ese olor tan especial y repugnante que nunca se va de las fosas nasales.
Para entrar a Hama tuvo que caminar 3 kilómetros por las cloacas junto a la resistencia siria, sin saber los peligros a los que se podrían enfrentar. La ciudad estaba rodeada por tanques de Bashar al-Ásad. Más de 200 bombas al día en 6 kilómetros cuadrados. Los que escapaban de los cañonazos mueren de inanición, y otros de pena. Otros muchos se convertían incluso en asesinos porque la guerra, es la mejor revelación del alma humana.
El miedo es lo único que la ha mantenido a salvo, es una reacción que todo ser humano tiene que tener para salir corriendo. “En el momento en el que pierdes el miedo, estás muerto”, relataba Mayte con crudeza. A pesar de haber vivido tantas barbaries, ya que ha cubierto todos los grandes conflictos desde 2008, ella sigue con la sonrisa en la cara. ¿Cómo es posible que ver tales masacres no martiricen a una persona de por vida? La solución es simple. En el terreno deben saber quién es quién. Deben saber quién es el asesino, quién el médico y quién el periodista: el encargado de grabar esas imágenes y transmitirlas al mundo. La clave está en la disociación, necesaria para no sentir el dolor ajeno.
La sala de La Térmica, oscura, con paredes negras, poca iluminación y cálida, invita a adentrarse en las historias que cuenta Mayte. Se respira un ambiente cercano, íntimo, casi familiar. Mayte, sentada en una silla amarilla relata sus vivencias con entusiasmo, emoción y añoranza. Comenzó con timidez, pero poco a poco se relaja e incluso llega a bromear, aunque siempre haciendo reflexionar sobre temas delicados, que, claramente cambiarán la visión de los asistentes.
Para ser reportera de guerra hay que tener ciertas dotes, y ella las tiene todas. Trabaja “en un mundo de hombres”, donde sin lugar a dudas supera a todos sus compañeros por sus agallas. Ser ingenua le permitió ser corresponsal de guerra, “porque si lo sabes todo, no vas”. Pero, sobre todo, lo que la ha mantenido viva es el miedo a morir. Confesó que llegó un momento que estaba tan acostumbrada a la muerte, que perdió el miedo, se creyó inmortal. Esta es la perdición de muchos corresponsales, no temer a nada y no estar alerta ante los peligros.  
Desde pequeña estuvo muy obsesionada con la muerte, que refleja a la perfección en sus libros. El primer muerto que vio, no fue fácil. En la guerra de Rusia, conoció “el olor de la muerte”. “La muerte tiene un olor tan peculiar”, nunca se olvida y puede reconocer en cualquier lugar si hay un cadáver. Lo curioso de la guerra, donde se vive una gran masacre, es que te aproxima a la vida, te hace querer tener experiencias vitales porque sabes que ese puede ser tu último día.
Ser mujer y estar en una guerra no es fácil, pero tampoco lo es siendo hombre. Mayte confesó que es mejor ser reportera en una guerra, que en Occidente, aunque se tienda a pensar lo contrario. En los países musulmanes y de Oriente Medio les tienen mucho respeto y admiración a las mujeres periodistas. Las ven como un instrumento para que la gente conozca sus historias, para sacar la verdad a la luz. En Occidente, sin embargo, ha sentido que la trataban “como un jarrón chino o como divertimento”.
Y después de haber vivido en un auténtico infierno, Mayte sigue su camino como escritora. Ya no necesita estar en primera línea para contar lo que pasa. En su último libro, Espérame en el paraíso, narra la guerra civil de Siria donde los lectores se pueden acercar un poco más a lo que realmente está sucediendo en el país y que, por desgracia, los medios no cuentan. Pero, aunque ya no cubra las guerras desde el frente, nunca dejará de ser la voz de los muertos.

lunes, 19 de marzo de 2018

Soy, he sido, era.

Eras el motivo de mi desesperación, de mi zozobra, de mi aflicción.
Eras la razón de mi esperanza, seguridad y mi ilusión.
Y me hacías ser, a mi, que ya ni era, ni había sido, ni había podido imaginar que fuese...
¡Y soy! Soy todo aquello que quise ser... Porque tú, siendo quien eres, me haces ser más yo y en todos los tiempos del verbo 'ser'. 

martes, 31 de octubre de 2017

Esperando...

¿Por qué me esperas?, que las esperas son amargas, y tu vida es salada, como mis lágrimas.
¿Por que me esperas?, si ya no hay nada que esperar, ya que me quedé.
Para qué esperar, pudiendo hacerlo ahora, no dejarlo para mañana.
No merece la pena esperar, porque ni el tiempo espera, ni los autobuses, ni los aviones, ni siquiera los trenes, cómo quieres que te espero yo, si esa palabra no tiene significado.

miércoles, 12 de abril de 2017

Si te vas, no vuelvas.

Si te vas para no volver, llévate contigo mis lágrimas, en mis ojos ya queman y no las puedo retener más. 
Si te vas para no volver, llévate mi tristeza, mis recuerdos y mi pesadez.
Si te vas para no volver, no me lleves contigo, no quiero irme, eres tú quien lo quiere hacer.
Pero cuanto te vayas, me iré, para no volver, para no ir, y por supuesto, para siempre. 

martes, 19 de julio de 2016

Sola.

Sola, en un lugar ajeno. Rodeada de personas, pero sin gente.
Sola, sin nadie que me acune. Sin nadie que me abrace, me reconforte.
Sola, sin apoyo, sin cariño, sin nadie que me ayude a seguir.
Sola, sin mi.
Porque esto no soy yo. Porque allí me quedé, de donde soy, de donde vengo y no el despojo que está aquí.
Sola.
Noches llorando, días sin vida.
Sola, como siempre estuve. Sola, pero ahora, de verdad.

jueves, 3 de septiembre de 2015

A mi amor.

Por ser el tiempo que nos queda, y por quedarnos todo el tiempo.
Porque el mundo es nuestro, y por quedarme a tu lado, sin necesidad de que hagas nada más.
Por lanzarte un beso desde África, y que te llegue con el levante hasta Tarifa.
Por perdernos en Madrid, Egipto, Cádiz o Nueva York, pero perdernos.
Por irnos a Roma y, ¿para qué querer salir?
Por irme, pero contigo.
Por una balada, un jazz o una canción de rap con nuestro once infinito.
Por ser tú el Príncipe, incluso tener un vis a vis.
Por tener todo de ti, y por tus perfectas imperfecciones.
Por ser mi principio y mi final.
Por seguir nuestra Leyenda Personal, que sin duda, fue encontrarnos.
Y porque, ya que el universo se tomó la molestia de conspirar para unirnos, no hagamos que ésto se destruya.
Por venir, ver y vencer e incluso vivir, amar y aprender.
Porque tu sonrisa reluzca cual tesoro escondido debajo de una antigua Iglesia.
Por faltar vidas, aunque nos sobre tiempo.
Por ser como un puzzle, que encaja sin más.
Por volverlos locos juntos, el uno por el otro.
Por enfadarte, calmarte, por ser tu colmo y estar "colmada" de felicidad.
Por despertar a tu lado y no acostarme sin ti.
Por quererte matar, y amarte a morir.
Porque contigo todo, lo que con nadie más nada.
Por aprovechar el presente, y tener un futuro a tu lado, que no será el final sino el comienzo de una historia interminable.
Por ser la cosa más bonita que se siente, con los ojos cerrados y dejándome llevar.
Por decir que te amo, y sin importar lo demás, volar hasta un mundo donde sólo exista un tú, un yo, y un nosotros.
Por ser mi más bonita casualidad.
Por cada pelea y cada reconciliación.
Por cada promesa y juramento.
Porque fuiste enviado por una estrella muy especial.
Y por millones de razones más;
Te ama, -Nadya.